Si te encuentras triste, desganado, bajo de energías, te parece que estás inmerso en un círculo cerrado ya que las preocupaciones vuelven a ti de manera recurrente, ¡sólo necesitas ponerte en acción! En este artículo te propongo una sencilla manera de lograrlo.
En ciertos momentos de nuestra vida, por diversas circunstancias, estamos estancados. Las cosas no han salido como esperábamos. Se derrumbaron proyectos, sueños. Nos embarga un sentimiento de pesar y malestar, y querríamos quedarnos en casa todo el día, dentro de nuestro caparazón protector. O salimos a la calle compulsivamente sin rumbo fijo. Nos agobian preocupaciones, nos sentimos tristes, decepcionados. Probablemente pensemos en algún tema en particular de manera recurrente, y pasamos horas dándole vueltas al asunto.
Tal vez lloremos, ataquemos la heladera hasta vaciarla, o no nos pase bocado por la garganta. El patrón de conducta de cada persona para evadirse del presente es diferente, pero suele tener un denominador común: la inacción. Horas letárgicas frente al televisor. En muchos casos vemos que se repite la misma rutina, día tras día. Preferimos el mutismo y la reclusión por tiempo indeterminado. O para descargarnos a lo sumo hacemos llamados telefónicos interminables que sólo nos hacen recrear nuestra angustia una y otra vez. En realidad no generamos nada nuevo, sólo nos volvemos a sumergir en lo mismo una y otra vez.
Para no enfrentar el presente la gente busca diferentes vías de escape. Una es el disgusto constante, la queja por la queja misma. Nada de lo que hacemos nos satisface y todo tiene el mismo color gris. Si estamos emotivos e hipersensibles, esta conexión con nuestros sentimientos nos indicará que, además, estamos tristes. Tal vez no nos demos demasiada cuenta de este estado de abulia y desgano, pero no disfrutamos de la vida, las cosas que hacemos no nos completan, siempre nos falta algo. No estamos centrados en el presente, sino en comparar situaciones pasadas con lo que sucede, con el propósito de ver el vaso siempre medio vacío.
Otra razón que nos paraliza en el presente es la pre-ocupación. Nos sentamos a pensar qué pasaría si tal o cual cosa se produjese, en vez de hacer algo activamente para evitarlo (si es posible), o de pasar nuestro tiempo disfrutándolo y haciendo cosas productivas. La pre-ocupación nos llena de ansiedad, temor, angustia y malestar, creamos estas sensaciones y las vivimos como si fueran reales, mientras que sólo son el producto de nuestra mente que trata de sacarnos de nuestro centro y de nuestro momento presente.
¿Recuerdas la última vez que te pre-ocupaste por algo seriamente? ¿Cuánto tiempo pasaste pensando en el tema, inmóvil? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué te dijiste? ¿Valió la pena haber malgastado todo ese tiempo y esa energía en elucubrar situaciones que no son reales? Piénsalo seriamente: si tienes miedo de, por ejemplo, contraer una enfermedad, ¿no es mejor vacunarse, ir al médico, dejar de comer ciertas comidas, aprender a cocinar otras, hacer ejercicio, etc., en vez de quedarse sentado pensando en qué síntomas crees que tienes y qué pasaría si te enfermaras?
Si alguna de las conductas descritas anteriormente se aplica a tu caso, estás tratando de evadir el presente mediante recursos poco saludables. Hay algo que no quieres enfrentar, que no quieres ver, en una de ésas ni te has dado cuenta de qué lo genera. Si lo piensas con detenimiento, y decides que ahora no es el momento de resolver el conflicto, está bien, es tu decisión. No hace falta que lo enfrentes ahora, lo puedes hacer tranquilamente en otro momento, y esto no tiene por qué inmovilizar tu crecimiento personal y tu capacidad de disfrute aquí y ahora. Puedes hacer cosas productivas y dejar eso que te está aislando del presente para más adelante.
Para salir de la situación de parálisis, te propongo dos movimientos: el primero es ponerle una fecha al día que vas a concentrarte en el problema que te atañe, de este modo, por ejemplo: "Ahora me doy cuenta que no quiero enfrentar que …………, voy a volver a pensar en este tema el día ……. por la mañana, cuando ya estaré más preparado para encararlo".
Para el segundo movimiento hace falta cambiar nuestros hábitos, salir de las rutinas prefijadas, hacer algo distinto que implique ponernos en movimiento. Cualquier cosa que hagas estará bien, siempre y cuando genere un cambio productivo en las actividades que viniste haciendo. Las mujeres cuando estamos tristes solemos ir al salón de belleza a cambiarnos el peinado. ¡Al menos nos estamos poniendo en movimiento y cambiamos el patrón de ensimismamiento!
¿Cómo logramos dar este paso? Decide ahora, mientras lees este artículo, hacer algo distinto hoy. Apenas una sola cosa. Permítete, sólo por hoy, llevar a cabo algo que hace tiempo quieras hacer. O que los demás desalentaron "porque ya no eres un niño", "no es para mujeres", "sale demasiado dinero", o limitaciones semejantes. O algo que se te ocurra en este preciso instante. Que sea bien distinto a tus actividades habituales. Fíjate cómo te sientes. Una vez que quiebres el círculo de la inacción y te pongas en movimiento tu vida se irá llenando progresivamente de más y más colores.
Fuente: http://www.mejoraemocional.com
Julio Javier Mejía & Yolanda Salazar
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DE LA INACCIÓN A LA ACCIÓN
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